Todo lo que existe,
existe en su finitud.
No creo en metafísicas,
no creo en imposibles,
ni en que la flor de hierba luisa
esté
colorida por siempre.
Me aflige la necedad
de quienes van allá
dónde el sol más calienta.
Dicen
ofrecerme su corazón
envuelto en hojas de copaiba,
recogidas éstas, según sus intereses.
Hace años que, quizá lo ignoren,
las mentiras no me satisfacen.
No busco encontrar la perfección,
para quiénes me consideren exigente.
La atanasia sólo existe en el campo
y yo os quiero y necesito, a mi modo,
con vuestras virtudes y defectos,
y con un
ramillete de violetas dobles
cada vez que una flor de granadilla
brote tímida sobre mis labios.
Cada vez que me confiese ante vosotros.
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