Se alzó el álamo blanco
sobre hojarasca pasada.
El color ocre de su reflejo
asoma lúgubre en el estanco
dejando en él su huella marcada.
La caída lenta de las hojas secas,
a la llegada de Vertumno,
anunció la muerte de las azucenas,
la corrupción de las aguas
y el frío asesinato de mi mundo.
Y con ello, los peces perecen
las flores no asoman nuevos tallos
y sus capullos se cubren, asustados,
ante el deterioro imparable del paisaje.
Pasa siempre. Sólo queda en pie el Álamo.
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