jueves, 1 de noviembre de 2018

Historia de un idiota contada por él mismo - Félix de Azúa




No importa la pasión que nos mueva –amor, odio, servicio a la patria, eficacia–: el cuerpo es tan sólo una excusa para la exploración científica.

Este libro es la narración del viaje introspectivo del único y gran protagonista: el idiota. Es este el narrador, que no se limita a describir sino que analiza el contexto en el que desarrolla su vida y saca sus propias conclusiones; lo cuál nos puede recordar, a más de uno, al uso que damos a twitter. 

Es un idiota, pero no haciendo referencia a su inteligencia. Es más bien un infeliz, un cínico, un pringado más de las redes sociales. Lo primero, que sea infeliz, es fácil de suponer pues, durante toda la historia, la narración tiene como primer motor la búsqueda de la felicidad a través de la experimentación sensible: una diversidad de campos como el arte, la mili o el sexo. Lo segundo, el ser cínico, se debe al tono sarcástico y desenfadado con el que analiza y critica todo cuánto le alcanza la vista.

Es un héroe trágico, algo extravagante e insensato, que representa la incertidumbre reinante  en la segunda mitad de siglo XX -menos mal que el autor no ha escrito el libro ahora-.Paralelamente a Max Estrella o Don Quijote, la búsqueda de la felicidad del Idiota es una quimera. Arrastra al protagonista a estados de sorpresa (real o fingida, eso nos da lo mismo), de embriaguez o de genuina locura. Algo característico del lenguaje utilizado es el aparente cientifismo con la que reviste esta búsqueda, hablando de los propios romances como experimentos y de la lectura –el broche final para que resulte un personaje verdaderamente grotesco– como estudio académico.

En fin, la historia de muchos.


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