domingo, 27 de mayo de 2018

Acacia


Todo lo que existe,
existe en su finitud.
No creo en metafísicas,
no creo en imposibles,
ni en que la flor de hierba luisa
esté colorida por siempre.

Me aflige la necedad
de quienes van allá
dónde el sol más calienta.
 Dicen ofrecerme su corazón
envuelto en hojas de copaiba,
recogidas éstas, según sus intereses.
Hace años que, quizá lo ignoren,
 las mentiras no me satisfacen.

No busco encontrar la perfección,
para quiénes me consideren exigente.
La atanasia sólo existe en el campo
y yo os quiero y necesito, a mi modo,
con vuestras virtudes y defectos,
 y con un ramillete de violetas dobles
cada vez que una flor de granadilla 
brote tímida sobre mis labios.
Cada vez que me confiese ante vosotros.


sábado, 26 de mayo de 2018

El miedo


Hoy quise compartir(me) en este rinconcito (más mío y para mí, que vuestro) uno de los poemas más sentidos de "Las aventuras perdidas", escrito por Alejandra Pizarnik. Entre la creación y la destrucción, dicen que la poesía sirve para cicatrizar. Aunque personalmente siempre pienso en los poemas como diálogos que nunca cierran, simplemente expresan la toma de contacto con nuestro dolor, con nuestros miedos. Pero la gran mayoría de las veces tampoco somos quién para repararlos, condicionados por nuestro en torno, siendo algunas veces éste la razón primera de nuestro sufrimiento; o quién colabora a que se perpetúe la herida. Considerarnos autónomos para resolver nuestros problemas interiores es una falacia, una mentira con la que sostenemos cierta cordura y la esperanza (o fe, más bien) de que podremos ver cómo cicatrizan realmente. Lo cierto es que es una forma de auto-compasión, una forma más de tirar hacia delante, aunque de alguna forma seamos conscientes que a todo cambio de "espíritu", corresponde un cambio material (y racional) previo.


En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
Alejandra Pizarnik.

viernes, 25 de mayo de 2018

Ciruelo

Estacar una rama de tojo
en el pozo de tu vientre.
Dios quiera que allí
nuevas raíces germinen,
y que en la punta asome
una tímida flor, hija del angustia.

Tú, que nos regalaste una viscaria
de color púrpura enajenada,
fuerte y elegante como un coco,
pero tan venenosa como un jazmín.

Afianzo la rama clavada en tu pecho
y mantengo que rebose de vida
aunque, para mí, tú ya estés muerto.
No hay reloj que retrase mi llegada.

Observo la corrupción tu cuerpo.
Deseo que te asfixie el hedor a hierro,
y quiero me mires en todo momento...,
como sonrío ante tu último y finito aliento

Esto es una declaración de intenciones
y aquí traigo un regaliz silvestre
para demostrar que no soy tu aliado
ni tu amigo, ni la mismísima muerte.
Soy quién va a darte justa vesperina.

Sólo soy un verdugo.

jueves, 24 de mayo de 2018

La torre de la grulla amarilla

A través del país
corren los nueve afluentes
repletos, repletos.
De norte a sur
corta una línea
honda, honda.
En la bruma azul
de la lluvia y la niebla
se elevan, confusas, sobre el agua
las colinas de la Serpiente y la Tortuga.

La grulla amarilla
se ha marchado
¿Quién sabe dónde ha ido?
Sólo queda
este lugar de reposo para el viajero
Levanto mi vaso y brindo
por el embravecido torrente.
La marea de mi corazón
sube tan alta como las olas.



Mao Tse-Tung, 1927

Englantina

Oscura como el ébano, la noche se postra ante nuestros ojos y nos cubre bajo su grueso manto.
Y tú, valiente como un noble roble, cuyo olor recuerda al brezo ejerces control a tu antojo sobre la tiranía del silencio por la Belladona..., impuesto.
Te ofrezco esta semilla de durazno por tu coraje y dominio; por ser Flor de Lis (Nomeolvides)
y sanar mis cicatrices. No espero de ti una piña del trópico, pues soy un anhelí blanco: conforme con un rancio apio. feliz con un triste y feo beleño.
Pese a todo, yo sigo al pie del cañón resistiendo en el Cedro
y saboreando el fruto negro de los obstáculos vencidos. Luchando contra las sombras y espectros, sin miedo alguno al Ciprés,
si con ello consigo una dracena y con ella mi consuelo.

Dulce tempestad

En esta obscura noche, tú y yo somos quienes danzan al son de las dos lunas, de su canción callada, rota y bruna, sobre alfileres ...